martes, 22 de mayo de 2012

OTRA MOROCHA




Cuentito de AMOR OCHA.

Ella era La Morocha.
 Pongo allí un punto porque esa sola definición encierra todo lo que uno (o yo) imagina de una morocha. La recuerdo alta, o a lo mejor, hace casi 40 años yo era mas bajo, pero la recuerdo altísima. Tenía las piernas que en mi mejor sueño, había imaginado cual dos largos y torneados pedestales necesarios para sostener una cola espectacular. La cintura pequeña hacía que sus enormes pechos estallaran a la vista, con la firmeza propia de sus 18 años. Su cara, (por donde debí haber comenzado este relato) era la de la super morocha. Ojos grandes, pícaros y dulces a la vez, nariz pequeña y unos labios carnosos que no describo en detalle para no caer en ninguna letra de bolero.


Solía usar un vestido largo, que era moda en ese momento, entallado, de una tela que se pegaba al cuerpo, que hacía que cuando la veía correr sacudiendo el pelo hacia “la perica”, que era mi vehículo , a mi se me moviese todo. Si, cuando digo todo, era todo; corazón, estómago, piernas y estaciones intermedias.

Voy a tratar de definir a “la perica”, porque a pesar que la anterior descripción amerite una Ferrari de aquella época, no era así. La Perica era un rastrojero, cuya única particularidad era que como Cupido motorizado, tenía corazón. Así que cuando no arrancaba, nos bajábamos y se lo pedíamos entre todos. Entonces milagrosamente, volvía a darle arranque y funcionaba. O cuando no quería llegar arriba en la subida del Náutico, hacíamos un cantito tipo hinchada de fútbol y con el último aliento llegaba,,, si no lo hacíamos, había que volver marcha atrás e intentarlo nuevamente. Realmente, la morocha hubiese lucido muchísimo mejor, en un auto mas acorde, pero era lo que había.

¡Como besaba la morocha! Era una catarata de labios que caía sobre mi cara hasta dejarme sin aire. Nada mas mullido y contenedor que esa boca. Además combinaba dulzura con ferocidad, como para volarme los rulos en cada beso.

Teníamos sexo. Lo imagino buenísimo, aunque la verdad, lo que más recuerdo es que era mucho. Eso sí, mucho e inevitable cada vez que nos veíamos. Creo que era buen sexo, aunque convengamos que yo tenía 20 años, dos mas que ella, y a esa edad todo el sexo era bueno. Hoy, después de muchos años, uno siente exactamente lo contrario, era malisimo. Pero era el sexo de mis 20 años y la morocha lo acaparaba sobradamente.

Un dia se fue a vivir a Buenos Aires y esporádicamente la iba a visitar o ella venía y nos veíamos aunque ya con menos compromiso formal. Se había enfriado bastante la relación, porque yo seguía siendo joven y seduciendo todo lo que podía y ella también.

Pasaron unos cuantos meses sin vernos y un día el Flaco Martillero, un amigo como 15 años mayor que yo, me dice mientras tomábamos un café: ¿sabías que hicimos la colimba juntos?

No, ¿por?

Si, estuvimos en el mismo cuerpo..

Uhh,,, ahí me contó que él también hacía un tiempito que solía ir a Buenos Aires y veía a la morocha. Era lógico que hiciese su vida, pero no sé porque no me gustó la franqueza, aunque festejé el chiste como correspondía. Incluso me dijo que la Morocha le hablaba muy bien de mi. Carajo,, que alegría.

No recuerdo bien cuando perdí contacto con ella y no nos vimos mas, pero debe haber sido después de eso, y no supe más de ella.

Hace poco alguien me contó que la había visto, que estaba viuda y bien.

Por esas cosas de internet, una tarde la encontré en Facebook. Que alegría, cuantos recuerdos, era un pedazo interesante de mi vida. Me tenía muy presente, incluso se acordaba que una noche después de ….. (como ella escribió) yo paré la perica y le corté una rosa de un jardín. Un dulce el pibe y una memoriosa ella.

Charlamos tres o cuatro veces por internet, incluso una por teléfono.

Ella seguía teniendo dos años menos que yo, cosa totalmente previsible. Y yo soy un tipo mayorcito, aunque yo no lo crea. O sea que ella también es una señora mayor.

Descubrí en ese poquito tiempo, que estaba manejando su vida, rodeándose de un halo casi místico, y usaba la web para transmitir y recibir mensajes de amor, paz y frases hechas.

Y ahí estaba yo, en medio de la morocha sensual atómica que movía la cabeza de lado continuamente para que el pelo le golpeara insinuante la cara; y de ésta otra señora mayor, que hasta un día me demostró que había adquirido soberbia y una gran discapacidad humorística, que le destapaban un insipiente mal carácter. Digo insipiente porque no le dí oportunidad de que me mostrase mas.

Me despedí lo más educadamente que pude de la Señora mayor, para no hablarle nunca más y olvidarme que había cruzado algunas palabras con ella.

Lo hice rápido, muy rápido, rapidísimo, porque en mi mente estaba esperando aquella morocha de hace casi 40 años, calzada en su vestido largo color naranja, con un brazo apoyado en el techo de la camioneta. Obviamente no quería demorarme un minuto más, por miedo a que la Perica no arranque y me fuese a quedar sin llevarme a la morocha mas linda del mundo.
Pirincho