martes, 28 de julio de 2009

Variedades


Hace algunos días apareció una noticia, que me llenó de satisfacción, pero no logró sorprenderme en absoluto. Se trataba de un estudio hecho en alguna parte del mundo, por gente que sabía mucho de muchas cosas (y de como pasar el tiempo y sacar rédito de eso, sobre todo), cuya conclusión era que, "proferir insultos, diatribas y algún que otro golpe cuando algo sale mal, no funciona o se rompe, ayuda a descargar tensiones y por lo tanto, resulta muy saludable". Sin dudas, ésta gente no había hablado conmigo anteriormente, ya que de haberlo hecho, su corolario hubiese sido mucho mas rico en ejemplos y porqué no, en formas de represión contra el objeto inanimado de marras.
Porque convengamos que pelearse con una persona o varias, por algún motivo es bastante sencillo, y no hay que tener una gran inventiva para hacerlo. Con un poco de stress, nervios, y bestialidad se pueden lograr peleas memorables.
Lo que marca la diferencia, es con objetos mal llamados INANIMADOS. Siiii, mal llamados, porque esos diablillos, saben muy bien lo que hacen, y contra quién. Incluso llegan a establecer alianzas entre varios; ejemplo: el cable de la juguera y TODO lo que esté sobre la mesada. O el viento, la cortina, y el jarrón, aunque si estudiamos detenidamente el caso, el jarrón ya roto, puede llegar a ser sólo la víctima y no parte del complot.
Creo que a esta altura del comentario, cualquiera de uds, tendrá muchísimos ejemplos cuasi dramáticos de objetos que se vuelven en nuestra contra y de las alianzas entre mas de uno.
Yo mencionaré alguno de los que me posibilitaron un que otro triste galardón familiar...
Domingo a la mañana, pero no de cualquier mañana, sino de una ideal, en el lugar ideal, con el entorno ideal. Dejo por un minuto la lectura, para encender el fuego para el asadito, y algo se movió. Inicio de cadena de eventos... una chapa cubre-frente de parrilla se suelta, y la asociación ilícita. Una perfecta organización de utensillos de parrilla, forma un tobogán apuntando hacia el dedo gordo de mi pié derecho; chapa que lo aprovecha y paff, yo saltando de dolor.
Cuando dejé de saltar por el golpe, me acerqué a la chapa , que yacía en el suelo, haciéndose lo mas plana posible para pasar desapercibida y comencé a saltar nuevamente, pero esta vez arriba suyo (de la chapa, digo) enardecido y con un rosario de insultos irreproducibles. Pocas cosas tienen tan poco efecto como saltar sobre una chapa tirada en el suelo, pero sirvió, así que luego de unos minutos , la chapa no se defendió en lo más mínimo, mi familia que espiaba por la ventana, decidió no llamar a la ambulancia y yo volví a la lectura "totalmente relajado" Estuve bastante tiempo con el dedo del pié hinchado y sin volver a dirigirle la palabra, ni a la chapa ni a los utensillos.
Otra: Agujereadora con mango de aluminio, una verdadera reliquia que el destino había puesto a mi guarda. Una joya atesorada por mí, que mostraba orgulloso y era la envidia de todos mis amigos habilidosos. Estuvimos juntos durante años, perforando y perforando. Un día, ella decide patear . Alguno llamará a eso, dar corriente en el mango, o algo así, pero no, ELLA, decidió patearme a mí. La desarmé, le puse cinta aisladora, y la armé. Me volvió a patear, y volvía a repetir la operatoria, esta vez pidiéndole que recapacitara. Peró no, ella lo volvió a hacer. DOS VECES MAS.
Revolearla fue casi instintivo, luego de todos los insultos que pude improvisar, ya que nunca antes había hecho eso (ella) . Pero allí no termina el asunto, sino que comienza. porque en un intento por defenderse, la muy astuta cuando cayó al suelo, aprovechó mi distracción de no haberla desenchufado e hizo una explosión, dejando sin luz a toda la casa. Y vendría por más... Yo, para definir el entuerto, me agaché, la tomé con una mano y volví a revolearla mas lejos, ya que habiendo saltado los fusibles, la creí atemorizada e inofensiva...ERROR. La bandida, antes de abandonar para siempre el mundo de las agujereadoras que funcionan, se aferró a su cable, y cuando comenzaba su vuelo hasta la pared de enfrente, se llevó consigo el termo con agua caliente, el mate y todo lo que estaba sobre la mesa de trabajo. Una gesta de aquellas sin dudas.
Pero ya no volvió a hacerlo nunca mas y yo pasé el mal momento sin acumular tensiones. Obviamente, me sentía totalmente descargado, mientra iba camino a la ferretería a comprar una máquina nueva.

Podría seguir casi indefinidamente; el llavero asomando de mi bolsillo que se engancha inexplicablemente en una silla al pararme y me rompe el pantalón, tira la silla y alguna otra cosa ; las cosas que se caen y ruedan desafiando cualquier ley física, hasta llegar a caer donde es casi imposible sacarlas,,etc . etc.
Por lo tanto, a quienes hayan descubierto esto de la descarga sobre las cosas, les digo que creo que todo el mundo ya lo sabía, muchísimo antes, y no les cuento nada de las computadoras, porque temo agarrarmela como siempre con el teclado y sufrir alguna represalia que impida poder terminar este escrito.
Buenos días.
Pirincho

1 comentario:

  1. y sí...tal como aquèl cuento del albañil gallego que usaba el balde y la roldana para subir los ladrillos. Es que los objetos complotan contra nosotros, y si no preguntale a la cola de carpintero, que pega de todo menos plàstico (excepto el de la tapa del envase donde viene la muy guacha, que se queda pegadìsima).

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